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Este primer plano muestra los fascinantes ojos verdes compuestos de un tábano, los cuales le permiten ver casi 360 grados. ¡Por eso resulta tan difícil atrapar a estos insectos! La variedad de vida, la biodiversidad, incluye también criaturas que no siempre nos gustan: garrapatas, mosquitos, bacterias y virus, piojos y tábanos. Pero la naturaleza no es una especie de bufé donde se pueda elegir qué quedarnos y qué desechar. Toda la inmensa variedad de formas de vida tiene una razón de ser, aunque no siempre sea evidente. Todo está interconectado. El Parque Nacional Galicica, situado entre los lagos Ohrid y Prespa, fue creado en 1958. Hoy forma parte del innovador Parque Transfronterizo Prespa creado en el año 2000, que abarca zonas de Albania, de Grecia y de la República de Macedonia.

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A pesar de su tamaño, la libélula Pantala flavescens efectúa vuelos transoceánicos simplemente con sus dos pares de alas, aprovechando las fuertes corrientes de aire e incluso los vientos huracanados, como ya se ha comprobado en la libélula Anax ephippiger, que migra desde África hasta las Antillas. Sin embargo, esta primera “podría ser la más extendida de todas las especies conocidas de libélulas”, según un artículo publicado el 2 de marzo en Plos One. “Con unas alas traseras de base amplia que les ayuda a planear, y que les permite recorrer distancias extraordinarias, P. flavescens realiza la migración más larga de entre todas las libélulas e insectos conocidos“, observan los investigadores, entre ellos Daniel Troast, de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey. “Durante su documentada ruta de migración multigeneracional desde la India hasta el este de África y viceversa, enjambres de millones de P. flavescens pueden recorrer una distancia total que va desde los 14.000 kilómetros y que posiblemente supera los 18.000 kilómetros“, agregan.

Busca unas condiciones idóneas para su reproducción

Los dispositivos electrónicos de seguimiento son demasiado grandes para colocarlos en esta clase de insectos. Por eso se han recogido muestras de ADN mitocondrial de especímenes de todo el mundo. Y los hay en lugares tan distantes como América del Norte, América del Sur y Asia. “Esta es la primera vez que alguien analiza los genes para comprobar hasta dónde han viajado estos insectos”, declara Jessica Ware, de la Universidad Rutgers, según recoge dicha institución en un comunicado. “Si los ejemplares de Pantala de América del Norte sólo procreasen con los de América del Norte, y los de Japón sólo con los de Japón, entonces esperaríamos resultados genéticos diferentes entre unos y otros. Pero como no es así, esto sugiere una mezcla de genes en áreas geográficas extensas”, añade. Estos insectos buscan unas condiciones idóneas para su reproducción, sobre todo humedad, y eso es lo que les impulsa a emprender un viaje tan intrépido, en el que muchos ejemplares perecen a medio camino.

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Así detectan los mosquitos a sus víctimas.

A veces, ni siquiera los repelentes los consiguen poner a raya… Un grupo investigadores del Instituto de Tecnología de California (Caltech) ha estudiado el comportamiento de los molestos bichos y ha llegado a la conclusión de que su técnica de detección de “sangre fresca” es más sofisticada de lo que se pensaba previamente.

Según los expertos, cuando las hembras de estos dípteros necesitan darse un banquete para poner sus huevos –los machos no pican–, emplean una triple “tecnología”: olfatoria, visual y térmica. Pero ¿cómo lo combinan?

Con el fin de averiguarlo, los científicos del Caltech primero colocaron a 20 ejemplares en un túnel de viento y observaron que, como era previsible, seguían el olor del CO2, exhalado por el ser humano y otros mamíferos. Lo que les sorprendió es que, siempre en presencia de ese gas, también eran atraídos por el señuelo de objetos oscuros, como si asociaran ambos estímulos.

Después, pusieron a prueba la sensibilidad de los mosquitos por la información térmica. Para ello, impregnaron dos objetos de cristal transparentes con una sustancia química que permitía regular la temperatura. Pues bien, los insectos volaban hacia el objeto que estaba a 37 ºC, aproximadamente la temperatura del cuerpo humano, sin necesidad de que hubiera CO2. Eso demostró que los estímulos visuales y térmicos son independientes.

La secuencia de ataque sería como sigue: entre a 50 y 10 metros de distancia, los mosquitos huelen el CO2; entre a 5 y 15 metros, ven a su víctima, y cuando se acercan aún más, a menos de un metro, también son guiados por el calor que emite. El estudio ha sido publicado en la revista Current Biology.